Cuando llegó la hora de echar el cierre, decidí tirar a las calles, sin ruta ni destino, desconectar mi cabeza, olvidar el trabajo y recargar una parte suficiente de la energía que me han robado todos esos vampiros que tengo por clientes, en esto que llaman trabajo.
Una tarde bastante fresca, demasiado para estas latitudes sureñas. Gente de aquí para allá, paseando, haciendo deporte, observando el atardecer o como otros los observan. Un mundo de personajes anónimos embuidos en sus propios pensamientos o tal vez en la paz de no tener ninguno.
Si algo tiene de bueno vivir en un sitio turístico es que se vuelve cosmopolita por el simple hecho de dar cabida a toda esta gente. Culturas y procedencias diversas, mentalidades y visiones distintas, disfrutan de cosas que, por cotidianas, a los locales a veces se nos escapan.
Pues andando y andando llegué a una tienda que fue siempre el sitio que donde se vistieron mis noches de fiesta años atrás, con ropa que por aquel entonces era lo más y hoy no me pondría ni por carnaval. El obligado estreno de cada fin de semana, capítulos nocturnos casi siempre intensos e interesantes.
El dependiente con muchos años a sus espaldas le contaba a una señora que le acompañaba la tarde, con menos espalda pero más años que él, que yo era cliente super habitual, de los más atrevidos en cuanto a gustos (quien de mis viejos amigos no recuerda aquella camisa de serpiente...amarilla! horrorosa, pero tan "fashion" en aquellos tiempos"). Recordé aquella época con mucho cariño, algo de nostalgia y con obligada reflexión (como no, yo y mis reflexiones). La señora preguntó que si ya no era de aquella manera, que por qué no me compraba algo atrevido, en estos tiempos tan grises. Mi respuesta, de libro: "eran otros tiempos, ahora tengo más edad, uno va madurando....". Los dos me miraron con indisimulada sorpresa y cierta indignación, ojos rodeados por las marcas del tiempo mirándo como era capaz de decirles a ellos lo que estaba diciendo.
Lo cierto es que estas dos personas, extranjeros afincados y con mucho kilómetro recorrido pudieran ser un referente para cualquiera. Ahora están aquí como una elección para el último tramo de sus vidas intensas. Pieles curtidas de experiencias en mil y un lugares, en historias y situaciones de todo tipo que han forjado ese carácter cosmopolita y abierto, sin miedo al ridículo que dicen con orgullo y convicción que el espíritu y la edad no es la que aparentan, y que la energía y ganas de vivir no se han mermado con los años que siguen queriendo disfrutar.
Y allí estaba yo, con mis 35 años hablando a dos personas que me doblan con creces la edad de que ya las cosas no eran igual, que había perdido aquella chispa. Me sentí bastante idiota y mal agradecido a la vida. Y como siempre, pues a pensar rebujones, a dar vueltas a las cosas, a ponerme en situación.
Cuando volvía de Sevilla, mi amiga me miró y dijo "este no es el mismo tio con el que hace un rato estaba en Sevilla" y es que siempre me da bajón al regresar a la isla. ¿Por qué? Esa pregunta me la hago cada vez que regreso de donde sea. Me he intentado explicar muchas veces la reacción y hoy he llegado a una conclusión que me aplico a mi mismo, pero que es la que he "mamado" en la vida. Una forma de entender la vida de este pueblo isleño, idiosincracia, folclore y modo de vida: el conformismo.
A mi alrededor, en mi vecindario, en amistades, compañeros de trabajo, clientes, desconocidos, parece existir un programa básico por el cual se tienen que conseguir unas ciertas metas: un trabajo estable con sueldo más estable si se puede, una casita, un coche, un amor y poco de tiempo para disfrutar de todo eso. Lo que hablaba el otro día de las rutinas, pues ir a almorzar al norte, ir a aquella fiesta o esta otra. Y lo que más me gusta es que son felices.
Pues yo no, cada vez que salgo fuera conozco gente inquieta, gente que vive alli pero es de allá, gente que está ahora, pero que se va luego. Algunos con proyectos de vida en pleno desarrollo "me vine a esta universidad porque la carrera está enfocada más a lo que quiero hacer....", "vine a pasar unos días y llevo dos años, he disfrutado mucho pero marcharé pronto quiero hacer un trabajo en Italia", "Soy japonesa, vine por estudios y me he quedado", "haré la temporada y luego vuelvo a mi ciudad hasta la próxima"....y así gente y más gente, conversaciones que atrapan mi interés como la más poderosa de las drogas, estimulan mis deseos, mi curiosidad, mis necesidades y que llegan hasta la más sana envidia, si es que existe algo de sano en envidiar lo ajeno. Deseo de ser como ellos, de su valentía, osadía, audacia y desempeño.
Luego me veo casi atrapado en el conformismo, ese programa duro de quitar del disco duro. Mi lucha, mi infelicidad, ahí es donde me di cuenta por qué justifico cosas con 35 años, parece que ya se me fue el tiempo de la aventura, que ahora toca desear lo que la mayoría, cumplir con el programa establecido, el currito estable, un pisito, el coche algo de dinerito para alguna escapada, un amor......
Después de una larguísima e interesante conversación con estas personas, supe decirles por qué con 35 años vivo con mis padres, por qué no he tomado ninguna decisión que me ate. La razón es que por muy fuerte que sea la programación de mi educación, de la sociedad en la que he crecido, de la gente con la que comparto mis días, al fin y al cabo soy un extraño en mi propia vida.
Se que hago el ridículo cada vez que comento mis ansias, mis amigos, o los que creo que son mis amigos me miran con indiferencia, supongo pensarán que estoy otra vez con lo mismo de siempre. Les entiendo, debe ser un poco patético visto desde fuera, a veces no soy consciente de ello. Soy el tonto soñador, que sueña y no vive que dice y no hace.
Hoy he visto una mirada moderna en un rostro antiguo, la proyección del pasado ajeno en el futuro propio. Hoy he visto mi vida extraña, un conformista domesticado a base de seguridades y estabilidades. Hoy he visto mi propio fracaso, el haber empezado la casa por el tejado.
Mañana no se como me levantaré, hoy me acuesto con la certeza que esta vida no es mía, la tomé prestada y que la devolveré, no se cuando pero lo haré. Y que nadie piense, "hostias, la que nos queda que aguantar", esta vez no, iré desapareciendo poco a poco de esto para aparecer en aquello otro. Eso ahora, hoy, mañana Dios dirá.
Espero encontrar acompañantes en las nuevas rutas. Saludos a todos y gracias por vuestra tolerancia, se que no siempre soy fácil.
1 comentario:
Querido Rebujón:
La búsqueda de uno mismo no es fácil, nos surgen dudas, inquietudes, proyectos frustrados, etc... En comparación a tiempos de antes, nosotros hoy en día tenemos situaciones diferentes en las que nadie nos ha dado un libro para intentar solucionarlos, y aún así, no somos conformistas y usamos ese cerebro para darle vueltas e intentar encontar ese chip que arregle todo.
Felicidades!!! Lo que relatas es inconformismo, aunque otros te hagan ver lo contrario.
Enhorabuena por tu blog.
Publicar un comentario