lunes, 20 de diciembre de 2010

Soplido

Ayer mientras que iba en el bus vi como un periódico volaba de las manos de su lector, llevado por una fuerte racha de viento que dejó al hombre con cara de shock al no esperarse tal arrebato, agresivo, inesperado y potente.

Una racha de viento y un simple periódico dejaron la calle con aspecto de abandono, con todas aquellas noticias desperdigadas por doquier.
Viendo aquello pensé lo fácil que puede cambiar todo en un instante. Una calle limpia y ordenada pasó a parecer todo lo contrario en apenas unas décimas de segundo.

Un comentario que te hagan o que hagas, un desplante, una cita ignorada, una mala contestación, una opinión y casi cualquier cosa, pueden hacer que casi cualquier otra sufra una conversión instantánea.

Cuando estos hechos espontáneos y repentinos los trasladamos a las relaciones humanas, las transformaciones pueden ser aún mayores, pues es en el campo de estas relaciones donde los pequeños detalles marcan las grandes diferencias o al menos, así sucede donde la consistencia de lo que une, no es capaz de soportar la potencia de lo imprevisto. En el que ayer confiabas, hoy no de contarías ni de que color te gusta o aquel que considerabas tu amigo, te ha tratado como el peor de los enemigos.

Paciencia y tolerancia parecen ser buenas recetas para mantener los sistemas “estables” ante esos sucesos inesperados pero… ¿Es totalmente necesario que los sistemas sean estables o son esos imprevistos que provocan cambios totalmente necesarios para que las cosas evolucionen?

Esta vida está llena de variables, de caminos, de cruces, cambios de sentido y giros en todas direcciones. Se trata de ir eligiendo, pues ese, como he escrito tantas y tantas veces, es el mejor regalo que Dios nos ha dado, el libre albedrío. En ese caso podemos elegir tener paciencia y tolerancia ante situaciones que nos producen “discordancias” o “estridencias” o podemos no recurrir ni a paciencia y a tolerancia y dejar que la acción-reacción lleve las cosas por donde vayan surgiendo, sin ánimo de enmendar lo que no sea necesario y de aceptar todo lo nuevo que nos puedan aportar estos “pliegues” repentinos. Esta opción se me seduce, pues como aquellos que escogían letras para huir de las ciencias, yo huyo de los requerimientos de paciencia y tolerancia por novedades y aventuras.

En fin, espero que aquel hombre descubra las comodidades de la prensa digital y que aquella ráfaga de viento hubiese soplado lo suficiente, no sólo para arrebatarle la prensa a aquel señor, sino para llevarse los malos humos de la calle, para darle en la cara a alguien que necesitase despertarse con una cachetada de aire fresco, pues las cosas que pasan, pasan por algo.

Felices fiestas a todos.

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