Aquí están de nuevo, las amadas y odiadas navidades. No pasan indiferentes a nadie y generan sentimientos contrapuestos, el blanco y el negro, o te gustan o las odias.
Parece imposible mantenerse al margen de ellas o ignorarlas, están ahí, siempre omnipresentes.
En los últimos años, la señal evidente de su llegada se traduce en una legión de papa noeles trepando como hormigas por fachadas y balcones. A ello se han sumado el trío más famoso, sin camellos pero con sus enormes trajes, mantos y coronas colgadas en alturas invadiendo calles y fachadas.
Una costumbre que se ha impuesto han sido las cenas y más cenas con estos y aquellos. Con la Navidad como excusa y pretexto, se montan encuentro y desencuentros, lios, embrollos y rebujones, alredor de la mesa, con el alcohol como caldo que incita a sinceridades y actitudes ocultas el resto el año.
Muchos encuentran en ese momento, la oportundidad para estamparle a los compañeros de trabajo, lo que piensan de ellos. Otros para dar salida a sentimientos reprimidos y algunos, no pocos, como excusa para salir una noche de fiesta sin compromiso ni obligación de cargar con pareja. La excusa es perfecta: cariño, es un asunto de trabajo.
Y yo, que son fechas que no me gustan, nadando contra corriente para hacer un plan anti-navidad. ¿Y como hacerlo? pues ni idea, para ser sincero. No se como puedo abstraerme de este momento del año. Tal vez yendo a la playa cuando todo el mundo va a comprar los reyes. Durmiendo cuando todos están de fiesta, y de fiesta cuando todos están durmiendo. Mientras planeo, el tiempo pasa, y con él, las Navidades.
Ánimo a todos, a sus defensores y a sus detractores, ya nos vienen encima, y por muy falso que pueda sonar dado lo escrito, os deseo a todos una Feliz Navidad y que la podáis configurar a vuestro gusto.
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